sábado, 19 de outubro de 2013

Sinais de amor a Jesus Cristo







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19 outubro 2013
Autor: Bíblia Católica | Postado em: Espiritualidade








Afonso, a partir de comentários à primeira carta de São Paulo aos Coríntios 13, 1-13, aponta os sinais dados por aquele que ama verdadeiramente a Jesus Cristo. São 14 sinais. Sinais que devem aparecer em nossas atitudes. Você já os leu e refletiu sobre seu alcance. Mas é bom relê-los para que eles se gravem em suas vidas. Vejamos resumidamente os 14 sinais dos que amam a Jesus Cristo:
  • Quem ama a Jesus Cristo, de verdade, ama o sofrimento porque descobre sua dimensão salvífica e purificadora.
  • Quem ama a Jesus Cristo não tem inveja dos grandes e poderosos do mundo, mas inveja tão somente os que o amam ardentemente.
  • Quem ama a Jesus Cristo é manso, porque procura retratar em sua vida aquilo que luziu na pessoa de Jesus Cristo, a mansidão: “Aprendei de mim que sou manso e humilde de coração”.
  • Quem ama a Jesus Cristo foge da tibieza e mediocridade, porque estas coisas empestam e apagam o amor.
  • Quem ama a Jesus Cristo ama aquilo que ele muito amou: a humildade. Amar é ser humilde.
  • Na vida de quem ama a Jesus Cristo não existe ambição desmedida pelas coisas materiais. Sua ambição é o próprio Jesus Cristo.
  • O desprendimento, o desapego das coisas desse mundo é a força daquele que ama realmente a Jesus Cristo.
  • Quem ama a Jesus Cristo não conhece o egoísmo, mas é totalmente desprendido de si mesmo.
  • A irritação, a ira não cabe no coração de quem ama a Jesus Cristo.
  • Fazer única e exclusivamente o que Jesus quer que seja feito é a marca daquele que o ama de verdade.
  • Quem ama de fato a Jesus Cristo é capaz de suportar todo e qualquer sofrimento por amor a ele.
  • Crer no que diz a pessoa amada é crer na própria pessoa. E soquem ama, crê. Então crerem tudo que Jesus disse é amá-lo.

Quem ama a Jesus Cristo, dele espera tudo e nunca o deixa de amar.

Olhe e veja: que sinal ainda falta em você para que você ame mesmo a Jesus Cristo?

__________

Excerto do Livro: A Prática do Amor a Jesus Cristo – Santo Afonso Maria de Ligório – Editora Santuário – 1982 – Páginas 253-25

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Posted: 19 Oct 2013 02:52 PM PDT





  • La autoridad del Papa es máxima: es el Vicario de Cristo, predica el Evangelio en su integridad y lo hace con una conducta y un testimonio intachables




¿En dónde reside la autoridad del Papa Francisco?




El Evangelio nos da la respuesta. Ante la pregunta de Jesús "¿quién decís vosotros que soy yo?", Simón no dudó en afirmar: "Tú eres el Cristo de Dios" (Lc 9, 20). Sabemos por san Mateo, que su contestación le valió su ascenso en el colegio apostólico: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 17-19).




Esta autoridad la niegan principalmente los que nos son católicos. El Concilio Vaticano II ha afirmado que el Papa es "principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad tanto de los Obispos como de la muchedumbre de los fieles"(Lumen Gentium, 23). La autoridad de Francisco es la misma que la de Pedro. Es la nota más característica de la catolicidad.




En estos días, el Papa Francisco ha puesto a prueba su autoridad. Con la libertad que ha caracterizado todo su pontificado, ha concedido sendas entrevistas al director de la Civiltà Cattolica y al de la Repubblica y en ellas ha respondido sinceramente a las cuestiones que le han sido planteadas. Mientras hablaba de un cambio de actitudes de manera genérica o referida principalmente a los pastores de la Iglesia, sus palabras causaban sorpresa y quizá admiración; pero en el momento en que ha concretado un aspecto de la pastoral: la caridad hacia las personas que están heridas, que han cometido delitos como el aborto o viven una sexualidad desordenada o se encuentran en situaciones matrimoniales irregulares, muchos se han sentido desconcertados. Así les ha ocurrido especialmente a aquellos fieles católicos que durante decenios han tenido la valentía de defender la doctrina católica precisamente sobre esos puntos en los que el Magisterio de la Iglesia se ha mantenido firme siempre ante los embates de la secularización tanto externa como interna de la Iglesia. Un conocido articulista español escribió hace unos días: "he estado haciendo el canelo". Lo decía con amargura y se refería al tiempo dedicado a defender las verdades relativas a la vida de los inocentes.




La autoridad del Papa Francisco se apoya en Cristo, es decir, en la confesión de Pedro -Tú eres el Cristo de Dios- y en la confesión de Jesús -Tú eres Pedro. Muchos han sufrido un duro golpe, pero se mantienen en pie gracias a la la fe católica que profesan. Obedecerán precisamente porque son católicos, pero quizá en su fuero interno seguirán pensando que el Papa se equivoca.




Hoy me gustaría invitar a cuantos se sientan en esta situación o en otra parecida a que consideren otro aspecto de la autoridad del Papa Francisco.




La autoridad del discípulo de Cristo -en esto diría yo que no hay especial diferencia entre el Papa y cualquier otro fiel cristiano- se apoya necesariamente en la ley y en el Evangelio. Si el Papa se equivocara y se atreviese a reformar los dogmas de la Iglesia, tanto en los que se refieren a la fe como a la moral católica, en ese momento su autoridad quedaría menoscabada. Eso les ocurre a todos cuantos gritan reforma y aluden a un cambio en las cuestiones relativas a la moral sexual, el sacerdocio femenino o el aborto. El Papa ha señalado en repetidas ocasiones que no quiere reformar nada que no pueda ser reformado. Ha invocado el Catecismo de la Iglesia, por ejemplo, cuando declaraba cuál debe de ser la actitud del católico ante las personas homosexuales. No podía ser de otro modo. Cualquiera que enseñe cosas contrarias a la verdad revelada y custodiada en el depósito de la fe pierde en ese mismo momento su autoridad. El Papa no es una excepción, salvo que precisamente en este punto él cuenta con el don de la infalibilidad.




Pero no es éste el aspecto más interesante de la autoridad del Papa Francisco y que le hace asemejarse mucho a su maestro Jesucristo. La autoridad está fundamentada antes en el Evangelio que en la Ley de Dios. La Ley no salva al hombre. En cambio, el Evangelio es causa de la salvación para el creyente. Como las verdades de la Fe son sobrenaturales y la razón no puede acceder a ellas por sus propias luces, la adhesión sólo puede proceder o bien de la gracia divina que mueve el corazón de los fieles o también de la coacción externa. Este último supuesto queda excluido, porque es contrario al principio áureo de la evangelización, del que hemos hablado en otra ocasión:


« La verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas » (DH, 1).

La imagen clave utilizada por el Papa Francisco en la mencionada entrevista ha sido la de un hospital de campaña. El personal sanitario no puede esperar a que vengan los enfermos, sino que debe de irlos a buscar al campo de batalla. Están heridos. La medicina no viene de la ley sino del Evangelio de salvación. La credibilidad constituye un punto fundamental de la autoridad evangélica. El primer mensaje no debe de ser necesariamente de orden moral, sino espiritual: al herido no se le puede preguntar qué niveles de colesterol tiene o cómo anda de azúcar en la sangre, puso como ejemplos el Papa.






A muchos les puede parecer que la misericordia es algo así como un suplemento del Evangelio, cuando en realidad se identifica con él. La misericordia alcanza su culmen cuando el herido abraza la verdad salvadora, que es Cristo. El mandato misionero de Cristo cuenta con la misericordia de los evangelizadores, porque sin ella es difícil que el Evangelio llegue al corazón de las personas. La autoridad del que anuncia la Verdad y la emplea para vencer al enemigo se presenta tarde o temprano débil y quebradiza. Aunque se apoye en la Ley de Dios, el que la anuncia carece de la autoridad propia del cristiano. Eso es lo que les sucedía a los fariseos. Las palabras de Jesús son emblemáticas:


"En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas" (Mt 23, 2-4). 


Si hablamos de una nueva Evangelización, ¿no será por qué quizá debamos aplicarnos todos estas palabras de Jesús? ¿No deberíamos examinar nuestra conducta para advertir que perdemos credibilidad -y autoridad- cuando señalamos la ley divina que debe ser respetada por todos pero quizá no le damos importancia al mensaje evangélico mismo? 






El Papa Francisco se hacía esta pregunta: "¿Cómo estamos tratando al pueblo de Dios?" Y respondía a continuación:


" Yo sueño con una Iglesia Madre y Pastora. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes" (Entrevista al Papa Francisco, p. 13).


La autoridad del testigo no se encuentra en la Ley que proclama sin en su credibilidad que permite que el Evangelio llegue al corazón de las personas. ¿Cómo podemos criticar al Papa por advertirnos que la reforma primera debe ser la de las actitudes? 






La autoridad del Papa Francisco es máxima: es el Vicario de Cristo en la Tierra, predica el Evangelio con toda su integridad y lo hace no sólo de palabra sino también con una conducta intachable.






Joan Carreras del Rincón


(publicado en Nupcias de Dios , el 27 de septiembre)




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IPCO - Instituto Plinio Corrêa de Oliveira São Pio X: a verdadeira liberdade da Igreja num Estado católico




IPCO - Instituto Plinio Corrêa de Oliveira





Posted: 19 Oct 2013 06:51 AM PDT


Para comemorar o 16º centenário do Edito de 313, através do qual o Imperador Constantino o Grande reconheceu oficialmente o Cristianismo em todo o Império Romano, o Papa São Pio X decretou um Jubileu universal e concedeu uma generosa Indulgência Plenária. Na Carta Apostólica Magni Faustique (O grande e portentoso evento), aquele grande santo, Vigário de [...]




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Domingo, 20 de Outubro de 2013
















19 de outubro de 2013Sem comentários
Luis Dufaur




  • São Pio X recebe honras militares subindo à carruagem pontifícia de gala


Para comemorar o 16º centenário do Edito de 313, através do qual o Imperador Constantino o Grande reconheceu oficialmente o Cristianismo em todo o Império Romano, o Papa São Pio X decretou um Jubileu universal e concedeu uma generosa Indulgência Plenária.

Na Carta Apostólica Magni Faustique (O grande e portentoso evento), aquele grande santo, Vigário de Cristo e sucessor de São Pedro ensina a razão de ser altamente desejável e benéfica do reconhecimento oficial do Catolicismo pelo Estado.

E mostra indiretamente a falsidade dos que postulam um Estado laico como sendo o ideal para a Igreja.

Eis o texto:

Carta Apostólica Magni Faustique (O grande e portentoso evento)
O Papa Pio X. A todos os fiéis cristãos que lerão esta Nossa Carta, saúde e bênção Apostólica.

A celebração do grande e portentoso evento por cuja virtude há mil e seiscentos anos foi concedida finalmente a paz à Igreja, enquanto enche de alegria o coração de todos os católicos e convida-os a realizar obras de piedade, Nos move a abrir o tesouro dos dons celestes, para que se possam tirar dessa solenidade ricos e precioso frutos no Senhor.
O Papa São Silvestre I mostra a Constantino
as cabeças de São Pedro e São Paulo
De fato, Nos parece justo e assaz oportuno festejar o edito, promulgado em Milão pelo Imperador Constantino o Grande pouco depois da vitória contra Magêncio propiciada pelo glorioso estandarte da Cruz.

Esse edito, pondo fim às cruéis perseguições contra os Cristãos, os deixou na posse daquela liberdade cujo preço foi o sangue do Divino Redentor e dos mártires.

Nesse momento, finalmente, a Igreja militante obteve o primeiro daqueles triunfos que lhe foram dados sempre depois de perseguições de todo tipo em todas as épocas, e desde aquele dia garantiu sempre maiores benefícios à sociedade humana.

Os homens, de fato, abandonaram pouco a pouco o supersticioso culto dos ídolos, abraçaram sempre mais a regra da vida cristã, nos costumes e nas instituições, e com isso aconteceu que sobre a terra se difundiram juntamente a justiça e a caridade.

Julgamos, portanto conveniente, nesta feliz circunstância em que de novo se evoca um fato de tal importância, suplicar insistentemente a Deus, à Virgem Sua Mãe e a todos os Beatos, especialmente aos Apóstolos, a fim de que todos os povos, restabelecendo a majestade e a honra devidas à Igreja, se reúnam no seio desta Mãe e engajem-se com todas suas forças para expulsar os erros com os quais os irreverentes inimigos da Fé procuram conduzi-los da luz às trevas; tributem honra e respeito ao Pontífice Romano; e finalmente olhem com ânimo confiante à religião católica como sustento e defesa de todas as coisas.

Então, quando os homens tiverem de novo fixado o olhar na Cruz, será lícito esperar que sob este signo de salvação os inimigos do nome cristão e as paixões desenfreadas do coração poderão ser completamente vencidos.
Constantino doa Roma aos Papas
A fim de que as humildes orações que nesta solenidade plurissecular se elevarão em todo o mundo católico atraiam o maior bem espiritual aos fiéis, Nós estabelecemos que sejam enriquecidas com uma Indulgência Plenária na forma de Jubileu, exortando vivamente a todos os filhos da Igreja a unirem suas obras de piedade a nossas súplicas, de modo que deste grande benefício do Jubileu, que lhes é oferecido, possa fluir a maior vantagem possível para suas almas e para a religião.

Por isto, confiando na misericórdia de Deus Onipotente e na autoridade dos Beatos Apóstolos Pedro e Paulo, pelo poder de ligar e desligar que a Nós, embora sem méritos, foi concedido pela vontade divina, e ouvidos também os Veneráveis Irmãos de Nossa Igreja Romana, os Cardeais Inquisidores Gerais, com a presente Carta, concedemos e outorgamos a Indulgência Plenária de todos os pecados, na forma de Jubileu geral, a todos os fiéis de Cristo individualmente e dos dois sexos, seja que habitem em nossa amada Cidade, seja que venham até ela, durante o ano em curso, desde a Dominica in Albis (a partir da qual iniciar-se-ão as solenidades em memória da paz da Igreja) até a festa da Imaculada Conceição de Maria Virgem, Mãe de Deus incluída, visitem duas vezes cada uma das Basílicas de São João de Latrão, de São Pedro, Príncipe dos Apóstolos, e de São Paulo fora dos Muros, e que se detenham durante algum tempo a rezar a Deus, em união com as nossas intenções, pela Igreja Católica, pela prosperidade e pela glória desta Sé Apostólica, pela extirpação das heresias e pela conversão de todos os pecadores, pela concórdia entre os príncipes cristãos e pela paz e unidade de todo o povo dos fiéis, e que durante este período de tempo, após o rito da penitência, se aproximem da Santa Comunhão, e além do mais deem uma esmola, cada um segundo suas possibilidades, ou aos indigentes, ou, se preferem, às obras pias.

Àqueles que não poderão vir a Roma, concedemos e outorgamos a mesma Indulgência Plenária, com a condição de que no mesmo período de tempo eles visitem seis vezes a Igreja ou as igrejas de seu país que serão designadas definitivamente pelo Bispo ordinário, e que cumpram escrupulosamente as demais obras de piedade acima indicadas.

Concedemos além do mais o privilégio de poder aplicar esta Indulgência Plenária em sufrágio das almas daqueles que deixaram esta vida na graça de Deus.

Concedemos também que os navegantes e viajantes possam conseguir legitimamente a mesma Indulgência uma vez retornados a seus respectivos domicílios e tendo chegado a um lugar de parada, e tenham realizado as obras acima citadas e visitado seis vezes a igreja catedral, ou a igreja mor, ou a igreja paroquial do próprio domicílio, ou do local no qual se tenham instalado.
O Imperador Constantino conduz o Papa São Silvestre I a Roma
Igualmente concedemos e consentimos que os religiosos regulares de ambos os sexos, inclusive os que vivem em clausura perpétua, e a todos os outros, sejam leigos, sejam eclesiásticos seculares ou regulares que estejam no cárcere ou em prisão, ou impedidos por alguma doença do corpo ou outra força maior e que não possam cumprir as ditas prescrições ou algumas delas, possam tê-las comutadas pelo confessor em outras obras de piedade, ou remetidas a outro momento próximo. O confessor prescreverá as obras que esses penitentes poderão cumprir, com a faculdade de dispensar da comunhão as crianças que a Ela ainda não foram admitidas.Além disso, damos a faculdade a todos e a cada um dos fiéis de Cristo, leigos ou eclesiásticos, seculares ou regulares, de qualquer Ordem e Instituto, de escolher para esta finalidade um sacerdote confessor, secular ou regular, entre os aprovados, e que tal faculdade seja estendida também aos monges, noviços, monjas de clausura, desde que o confessor seja aprovado pelos monges.

Tal Confessor, no referido período de tempo, poderá absolver aqueles que recorrem à confissão com o propósito de obter o presente Jubileu e de cumprir todas as outras obras necessárias para lucrar dele; só por esta vez, e no foro da consciência, ele poderá absolvê-los de excomunhões, suspensões e de outras sentenças eclesiásticas e censuras por qualquer causa dispostas ou infringidas legitimamente pelo homem, inclusive aquelas reservadas aos Bispos locais e a Nós, ou à Sé Apostólica, ainda nos casos speciali licet modo riservati; poderá absolver também aqueles que não se julgam concernidos em outra concessão, por ampla que seja, e poderá absolvê-los de todos os pecados e de todos os excessos embora graves e enormes como foi dito acima, reservados aos Bispos ordinários, a Nós, e à Sé Apostólica, prévia à imposição de uma penitência salutar, ou de outras penas que se possam impor segundo a lei, e, no caso de heresia, prévia à abjuração e retratação dos erros. (…)

Por fim, para que esta Nossa Carta, que não pode se restringir a uma única localidade, possa chegar mais facilmente ao conhecimento de todos, queremos que exemplares dela, inclusive impressos, mas reconhecidos por tabelião e com o selo da pessoa investida de dignidade eclesiástica, sejam reconhecidos em qualquer lugar e por qualquer população com a mesma autoridade que teria se esta Carta fosse exibida ou tornada pública.

Dado em Roma, junto ao túmulo de São Pedro, sob o anel do Pescador, em 8 de março de 1913, ano décimo de Nosso Pontificado.
(Fonte: “Tutte le encicliche e i principali documenti pontifici emanati dal 1740 – 250 anni di storia visti dalla Santa Sede” a cura di Ugo Bellocchi – vol. VII, Pio X (1903-1914) – © Copyright 1999 Libreria Editrice Vaticana, pp. 503-506 – 00120 Città del Vaticano. Apud Luci sull’Est).

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Posted: 20 Oct 2013 05:02 PM PDT


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Livros proibidos pela Igreja, um assunto muito sério!







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Viver em Deus





















É importante falar de Deus, das coisas de Deus, sem tirar os pés do mundo, pois estamos nele, embora que, não sejamos dele. O Viver em Deus, fala de Deus, dos fatos da Igreja, do meio cristão católico, fazendo também a apresentação de obras de outros sites católicos, o que, aqui, mais se evidencia, no intuito de divulgação e conhecimento dos mesmos. UM BLOG A SERVIÇO DA IGREJA DE NOSSO SENHOR JESUS CRISTO. Sejam todos bem - vindos!
















A Igreja é a coluna, sustentáculo (mestra) da verdade – 1º Tim 3,15




Para uma melhor visualização, abra o zoom de sua tela em 75%, ou de acordo com o seu encaixe































SÁBADO, 19 DE OUTUBRO DE 2013








Católicos Online



LEONARDO (São Paulo): "Por que é que a Igreja impõe o índice dos Livros Proibidos? Há inconveniente em se ler obra de outra religião ou moral, com a finalidade de melhor conhecer a divergência daquela para a nossa (católica)?"


Os livros são "o eterno alimento da alma", como diz venerável documento medieval (a Regra dos Cartuxos). As idéias que eles veiculam não podem deixar de ter influência na formação dos leitores. Se a Palavra de Deus é Vida (cf. Jo 6,64), a Palavra do erro é certamente veneno (gangrena, diz São Paulo em 2Tim 2,17) portador de morte. "As más companhias corrompem os bons costumes", como já verificava o poeta grego Menandro citado por São Paulo (cf. 1 Cor 15,33); ora o livro sempre foi considerado um dos companheiros mais íntimos do homem... "Não há talvez poder de sugestão comparável ao da leitura, pois não há outro que tanto se aproxime da autossugestão" (J. Forget, Index, em "Dictionnaire Apologétique de la Foi Catholique" II. Paris 1911, 706).


Sendo assim, entende-se não ser desejável que qualquer pessoa leia qualquer livro, mesmo que o faça com intenção de defender a verdadeira religião; se o leitor não possui sólida formação (coisa que não se pode sem mais supor na multidão dos homens), deixa-se facilmente enredar pelo erro. É esta a razão por que a Santa Igreja, consciente da sua missão de santificar o mundo, vigia sobre os livros que seus filhos escrevem e leem, impondo-lhes oportunas restrições. Não há pai nem mãe que não detenham seus filhos de brincar com o fogo ou manusear uma arma perigosa. — De resto, e isto é muito importante, a própria lei natural, anteriormente a qualquer declaração positiva, nos diz que pessoa nenhuma tem o direito de continuar a ler um livro que ela perceba estar-lhe causando efeitos nocivos; esta proibição do Direito natural foi particularmente inculcada pelo Santo Oficio em 1943; a Santa Sé deseja que os Srs. Bispos a recordem aos fiéis (cf. "Acta Apostolicae Sedis" XXXV 144 s). Não há dúvida, maior é o número de livros proibidos pela lei natural do que o de obras vedadas pelo índice da Igreja.


O desejo de preservar do erro (real ou presumido) parece ditado pela mesma lei natural a toda sociedade que estima seus valores. Foi, sim, posto em prática desde remota antiguidade pelas autoridades religiosas não cristãs: já antes de Cristo, por exemplo, os rabinos proibiam aos jovens de Israel, de menos de vinte anos de idade, a leitura do Cântico dos Cânticos. assim como a de vários capítulos do Gênesis e de Ezequiel, por julgarem que tais textos poderiam excitar perigosamente a imaginação dos adolescentes. Conforme refere o historiador cristão Eusébio de Cesaréia (+339), o rei Ezequias de Judá (716-687) mandou atirar ao fogo livros que, falsamente atribuídos a Salomão, eram aptos a levar à idolatria. Entre os pagãos, semelhantes cautelas estavam em vigor; referem Cícero (De natura deorum 1,23) e Latâncio (+ após 317 d. C., De ira Dei 9) que o demagogo Protágoras de Abdera (+411 a. C.) foi banido do território de Atenas por haver publicado um escrito com os seguintes dizeres: "A existência dos deuses... eis algo que eu não saberia nem afirmar nem negar". A obra foi queimada em plena praça pública. Tito Lívio (L. XXV 1) cita um decreto do pretor romano M. Attilius, que mandava destruir os livros de profecias dos cartagineses. — No séc. 16, os próprios "reformadores" protestantes não hesitaram em seguir tal praxe: Lutero lançou ao fogo o 'Corpus Júris Canonici'; seus discípulos proscreveram as obras dos "reformados" zwingliancs e calvinistas, provocando igual reação por parte destes.


Na Igreja Católica a condenação de livros, ao menos sob forma esporádica, é praticada desde os primeiros tempos. Conhece-se o chamado "Fragmento de Muratori", documento redigido por volta do ano de 196, em que, ao lado de livros bíblicos e outros edificantes, são mencionadas obras hereges, "as quais não podem ser aceitas na Igreja". No séc. 5.° o "Decreto Gelasiano" apresentava semelhante catálogo. Foi, porém, a partir do séc. 15, após a descoberta da imprensa, que se multiplicaram os livros nocivos, exigindo vigilância mais assídua por parte das autoridades: o Imperador Carlos V, recorrendo à colaboração dos teólogos da Universidade de Lovânia, mandou em 1529 redigir um catálogo de livros a ser proibidos nos Países Baixos. O Papa Paulo IV por sua vez publicou em 1557 e 1559 um índice de livros vedados. Para assegurar a tarefa de censura, o santo Pontífice Pio V em 1571 fundou em Roma a dita "Congregação do índice", a qual exerceu suas atribuições até que em 1917 o novo Código de Direito Canônico as transferisse para a Congregação do Santo Ofício (à qual toca a censura das doutrinas e dos costumes em geral).


Hoje em dia, além dos livros explicitamente proibidos pelo índice, outros há que são proscritos por cláusulas gerais do Direito Canônico. independentemente de qualquer declaração especial da autoridade eclesiástica (cf. cân. 1399). Tais são, em resumo:


a) as obras que diretamente ataquem a religião, a fé cristã ou os bons costumes;


b) os escritos que tratem explicitamente de assuntos lascivos e obscenos, seja sob a forma de narrativa, seja sob a de tratado sistemático (está claro que nem todo romance de amor cai sob esta categoria);


c) os livros e brochuras que narram aparições, revelações, visões, profecias, milagres ou preconizam novas devoções sem ter sido previamente submetidos à aprovação eclesiástica (cf. cân. 1385 § 1);


d) os livros que ensinam ou recomendam a superstição, a adivinhação, a magia, a evocação dos espíritos e práticas análogas;


e) as edições da Sagrada Escritura que não apresentem notas explicativas nem aprovação eclesiástica.


Como se compreende, a intenção da Igreja, ao impor restrições à leitura, não é em absoluto a de dominar pelo obscurantismo nem retardar o progresso da ciência. Por isto os fiéis, principalmente os que estudam, lecionam e escrevem, podem obter licença para ler obras proibidas, desde que apresentem válidos motivos. Em vista disso, é necessário se dirijam ao Bispo diocesano de que dependem, o qual dará autorização em casos urgentes (cf. cân. 1402), ou encaminhará ao Santo Ofício o pedido, acompanhado da respectiva justificação e recomendação. Frequentemente os Núncios e Delegados Apostólicos possuem as faculdades para conceder a devida permissão. A fim de simplificar o trâmite, recomenda-se aos fiéis interessados consultem seu Pároco ou seu confessor, que lhes dará a orientação precisa a seguir.


Dom Estêvão Bettencourt (OSB)


Título Original: Índice dos Livros Proibidos



Foto: Web



Site: Católicos Online
Editado por Henrique Guilhon

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Marcadores: Catequese, Doutrina, Jovem, Reflexão


[Novo post] A dinâmica social da falta de civilidade dos “defensores de animais” que defendem vandalismo e roubo de animais





lucianohenrique publicou: " Segundo notícia do Em.com.br (mas divulgada em todos os meios, portanto o link é apenas uma referência formal), Black Blocs e ativistas dos "direitos dos animais" praticaram crimes de depredação e roubaram quase 200 cães da raça beagle do Instituto Ro" 



Para reposnder a esta publicação digite acima desta linha 






Nova publicação em Luciano Ayan 











Segundo notícia do Em.com.br (mas divulgada em todos os meios, portanto o link é apenas uma referência formal), Black Blocs e ativistas dos "direitos dos animais" praticaram crimes de depredação e roubaram quase 200 cães da raça beagle do Instituto Royal, em São Roque, interior de São Paulo.

Dos animais roubados, a polícia de São Roque já recuperou dois (foto). Também segundo o G1, a polícia deixou bem claro que se alguém adotar qualquer um dos cães roubados estará incorrendo em crime de receptação.

E qual a minha opinião a respeito dos testes com animais? Simples: eu acho que devemos ter o direito de lutar democraticamente para diminuir o sofrimento dos animais. E mesmo defender ações de boicote contra empresas reconhecidas por maus tratos em relação aos animais. Eu não sou vegetariano, mas entendo que toda luta democrática (de fato) por questões relacionadas a empatia e redução do sofrimento são lícitas. Mas ao invés disso me aproximar dos ativistas dos direitos dos animais que roubaram, me distancia absurdamente.

Acho erradas algumas discussões sobre "se devemos ou não permitir experiências com animais", pois isso é irrelevante para discutir um crime de invasão de propriedade, depredação e roubo. Rodrigo Constantino apresentou um bom argumento a respeito de colocarmos os homens como prioridade, ao invés dos animais, justificando as pesquisas com animais. Mas eis o erro de Constantino: a questão não é se devemos ou não usar animais em experiências, mas se, caso achemos que nossa opção é mais moral, temos o "direito" de quebrar as leis e voltar aos tempos tribais.

A apresentadora de TV Luisa Mel acha, provavelmente, que podemos retroceder vários séculos (ou até milênios) em termos civilizacionais, ao defender a invasão do instituto e o crime praticado lá:


O deputado Fernando Capez, do PSDB, vai na mesma linha, lançando vários comandos de incitação ao crime:


Reinaldo Azevedo notou o ponto central da discussão, ao mostrar a imoralidade de todo o discurso dos que defendem o crime, após acharem que convenceram a plateia, com uma série de truques emocionais baixíssimos, que estão "do lado da moral e da empatia" - o detalhe é que em uma pesquisa do UOL, que pode ser encontrada nesta matéria, parece que a população está dividida quanto ao direito de institutos usarem animais para pesquisas.

Voltando a Reinaldo Azevedo sobre Capez, o primeiro diz, com precisão cirúrgica:


Trata-se de uma fala covarde — e não adianta o deputado vir com chiliques. Não dou a mínima. Esse é um mau uso da imunidade parlamentar. Capez só se manifesta com tamanha estupidez porque sabe que não pode ser processado pelos dirigentes do instituto. O deputado os chamou de "bandidos". Bandidos, meu senhor, são aqueles que, neste sábado, botaram fogo num veículo da PM e em dois de uma emissora de TV. O deputado falou em animais maltratados e tal. Cadê as imagens dos cães mutilados e cegos, como se diz? O deputado diz que os donos do laboratório deveriam ter sido presos em flagrante. É? Sob qual acusação? Presos deveriam ter sido aqueles que invadiram uma propriedade privada, destruíram um trabalho de pesquisa sério, depredaram o laboratório e puseram em risco, de resto, a saúde da população. O deputado, com a coragem dos covardes — não, eu não tenho imunidade parlamentar —, incita a fúria dos já furiosos contra uma empresa que nem está sendo processada por crime nenhum. Ainda que estivesse, a prática seria criminosa. O deputado resolve pegar carona numa manifestação obscurantista, que agride, de fato, os fundamentos da pesquisa científica.

O que ele tem em mãos além de ilações e da acusação não comprovada — na verdade, já desmentida — feita por bandidos supostamente bem-intencionados? Diz este senhor que qualquer um pode invadir uma propriedade se souber que lá dentro se pratica um crime. Pois bem: cadê a comprovação do crime? Trata-se de um dos discursos mais vergonhosos jamais feitos na Assembleia Legislativa.
Capez, Capez… Sob o pretexto de defender cachorros, este senhor demonstra que pode jogar no lixo a reputação de seres humanos sem hesitar um segundo. Está, no fim das contas, cuidando da eleição no ano que vem.
Quem trata cão como gente e gente como cão se define moralmente.

Azevedo está correto ao salientar o aspecto de manifestação obscurantista dos Black Blocs e ativistas de animais. Faz bem a Comunidade Científica em esculachar este tipo de postura tribal.

Mas o que a dinâmica social nos diz a respeito disso tudo quando jogamos para a lixeira as afirmações emocionais e manipuladoras dos radicais de esquerda envolvidos no ato de invasão e depredação e patrimônio, seguido de roubo?

Em uma análise da dinâmica, temos pessoas, da esquerda radical, que entendem-se no direito de cometer qualquer crime que tenham vontade, desde que consigam arrumar um discurso emocional para convencer uma parte da população da "moralidade" de suas ações. O discurso emocional serve, portanto, como um vale-crime.

O detalhe é que eles poderiam ter optado pela via de uma discussão democrática, na qual conseguissem mudar as leis, proibindo a pesquisa com animais. Ao que parece, no entanto, a sociedade brasileira não está muito disposta a abandonar essas pesquisas. Se é assim, então, ao invés de debater a questão democraticamente, eles decidem invadir um local de pesquisas e praticar um crime.

Note que não estou tratando do aspecto moral do uso de animais em pesquisas ou não, mas reconhecendo o óbvio ululante: os radicais da esquerda, mais uma vez, resolveram se arvorar no direito de quebrar todas as leis que vissem pela frente após arrumar um discurso emotivo. Luisa Mel e Fernando Capez são incitadores de crime, e nada mais do que isso. Eles também são anti-civilização e anti-sociedade civil.

Há quem diga que a era medieval foi a "era das trevas". Nada mais falso. Mesmo que no iluminismo tenham surgido novas liberdades, desde Aristóteles, e incluindo a Era Medieval, temos tido uma cultura de debate cada vez mais democrático, o que melhorou bastante na era de Lutero. Nunca existiu uma "era da razão". Mas, com certeza, temos uma era da desrazão, que é causada pelos humanistas e pelos esquerdistas, ao defenderem a violação de todos os contratos sociais que vimos pela frente desde que exista um discurso de manipulação emocional para justificar seus crimes.

O que os Black Blocs e os ativistas radicais querem é a volta às eras tribais, onde aqueles que conseguissem cometer mais atrocidades, venciam. Como hoje eles tem o monopólio da prática de barbarismo, sentem-se em posição muito confortável.

Precisamos tirá-los dessa zona de conforto nos recusando a discutir a questão da moralidade ou não do uso de animais em pesquisas (pois essa é uma discussão para seres civilizados, e a extrema-esquerda não se inclui entre eles) no mesmo foro em que discutimos o direito à prática de crimes por radicais de esquerda.

Neste último debate, com certeza conseguimos demonstrar para o público que não há nada de produtivo na ação criminosa cometida contra o Instituto Royal. E tudo isso independente do fato da pesquisa com animais ser moral ou não.