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    quinta-feira, 26 de dezembro de 2013

    Blogueros con el Papa Entender la Navidad





    Blogueros con el Papa





    Posted: 25 Dec 2013 09:00 AM PST











    La Navidad se hace notar con adornos y luces, música en los centros comerciales y hogares engalanados con el Nacimiento y el Árbol. Pero también sucede esto que ha escrito recientemente el Papa: "El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien". Y quizá ocultamos lo que nos dice Francisco con algún detalle solidario para acallar el exceso de consumo navideño, mientras existe una multitud sin pan ni techo.


    También firma el Papa que la solidaridad se ha deteriorado: en muchos casos, se ha trocado en tapabocas de la conciencia viviéndose de modo puntual, y no como una actitud permanente del alma. Pues justamente la Navidad viene a recordarnos esto, porque nos muestra el comienzo del andar terreno de Jesús, caracterizado por la pobreza, el desprendimiento, la sobriedad, la sencillez. Debemos celebrar la fiesta, pero adecuada a la alegría del Evangelio, no surgida precisamente de lujos ni excesos, sino derivada de escuchar la voz de Dios y de los demás, en especial, la de los pobres con penurias diversas: hogar, comida, salud, educación o lejanía de Dios, la peor de las privaciones.


    La Navidad nos afecta en lo más hondo de nosotros mismos. Ha cambiado nuestra existencia porque "El Verbo de Dios se ha hecho hijo del hombre -escribe san Ireneo-, para que el hombre, unido al Verbo, recibiera la adopción y llegara a ser hijo de Dios". Tal evento inunda la pintura y la escultura, el cine y el teatro, la música y las costumbres populares. Es bien razonable, porque comienza el andar terreno de Jesús que dará un toque divino a cualquier tarea humana, porque todas han sido asumidas por el Dios hecho uno de nosotros. Pensaba escribir que asume las ocupaciones honestas del hombre, pero sobra el calificativo porque cualquier tarea deshonrosa no es humana, sino destructora del hombre. 


    San Josemaría que, con luces de Dios, penetró intensamente en el misterio de la Encarnación del Verbo, predicaba: "He procurado siempre al hablar delante del Belén, mirar a Cristo Señor nuestro de esta manera, envuelto en pañales, sobre la paja de un pesebre. Y cuando todavía es Niño y no dice nada, verlo como Doctor, como Maestro. Necesito considerarle de ese modo: porque debo aprender de Él. Y para aprender de Él, hay que tratar de conocer su vida: leer el Santo Evangelio, meditar aquellas escenas que el Nuevo Testamento nos relata, con el fin de penetrar el sentido divino del andar terreno de Jesús", un camino que discurre desde sus inicios por una indigencia brutal, motivo por el que incluirá, entre los sucesos extraordinarios de su vida, éste: se anuncia el evangelio a los pobres.


    Dijo Benedicto XVI que nadie decide ser cristiano por una teoría o doctrina, sino por el encuentro con una Persona: Jesucristo. Y ser cristiano ha de traducirse en una manera de vivir que empape la entera existencia, precisamente porque el encuentro con el Rabí de Nazaret conduce a un talante vital nuevo, el de otro Cristo. Tanto el Jesús de los treinta años oculto como el Jesucristo callejero de la vida pública. La primera etapa de su vida silenciosa, es un grito a la valía de la existencia ordinaria de los hombres. La etapa pública de caminante incansable, de misericordia desbordante, de predicación sublime nos mueve a llevarlo a todas partes a través de nuestra vida corriente de trabajo y familia o en cualquier otra circunstancia. Las dos se sintetizan en la conducta nuestra: podemos descubrir ese algo divino que en los detalles se encierra -la expresión pertenece también al fundador del Opus Dei-, santificar todas las faenas nuestras, mientras salimos a las periferias -conocido enunciado de Francisco- buscando a los hambrientos de pan y de Dios, a los pobres y abatidos del mundo.


    San Pablo escribió a los de Filipo estas frases llenas de divino sentido: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo". Así caminó hasta el final, siendo aquel siervo doliente profetizado que avanzará hasta la cruz con el bagaje de los pecados humanos. Ese Niño nace para morir. El resto de los hombres morimos porque nacemos, pero él se llega a este mundo buscando la muerte redentora. Cuando cantamos en Navidad, lo hacemos al Rey del mundo que nace en un pesebre para morir en una cruz. Son días para orar, leer despacio el Evangelio, buscarle en la Confesión y en la Eucaristía. Ayudados por María y José, es hora de mirar a ese Niño y cambiar. 






    Pablo Cabellos Llorente


    Publicado en Las Provincias el 23.12.2013




    Posted: 24 Dec 2013 10:00 PM PST




    San José con su esposa María ha llegado a Belén, obedeciendo la orden del Emperador romano de que todos los ciudadanos de su imperio se empadronasen cada uno en su ciudad de origen. José era descendiente de David.






    Y estando en Belén le llegó a María la hora e dar a luz al fruto que llevaba en su vientre. Se puso el bueno de José a buscar casa, pro no había lugar para ellos en el alojamiento. Y encuentra una pobre cueva en los entornos de Belén. La limpia, la adereza, la prepara –José era carpintero- la asea, para que, aunque en lugar pobre, el Hijo de Dios nazca en una casa limpia y reluciente. El que va nacer el la Hermosura, la Belleza de Dios Padre






    San José vive el misterio del nacimiento de Jesús en una intimidad muy íntima con María, su esposa, y abundan en los mismos sentimientos de pasmo y asombro y de alegría y gozo. Aunque el ángel le ha dicho que imponga el nombre de Jesús al niño recién nacido de María, porque salvará su pueblo de sus pecados, al tenerle delante de sí no puede menos de pasmarse y maravillarse junto con María, y caer de rodillas en una actitud gozosa de adoración y en un éxtasis de amor ante la Grandeza, la Belleza y la Fuerza de aquel Niño, amor de sus amores, hijo suyo por serlo de su esposa María, que absorbe totalmente todas las aspiraciones, deseos y sentimientos de su corazón de padre.


    Ha bajado al mundo en carne humana la bondad, la benignidad, la ternura infinita de Dios, y él es su padre por designio de Dios, que le casó con la Virgen María antes que naciese el Niño. Caen en un silencio adorante y profundo, lleno y largo que es la más bella alabanza, porque es la que se canta eternamente en el seno de la beatísima Trinidad y vale más que mil palabras. San José se sabe y se siente el padre más feliz del mundo.






    Y en la pobreza de la cueva y la ausencia de allegados y conocidos reina una alegría inmensa e indescriptible en los corazones de José y de María. Ha nacido el Salvador del mundo y con su nacimiento, como canta la Kalenda de Navidad, el Padre bueno del cielo ha consagrado al mundo con su misericordiosísima Natividad. Con el nacimiento de Jesús se ha borrado el pecado del mundo. Ha nacido el AMOR Aquella noche oscura y fría queda calentada e iluminada por la Luz eterna, que es aquel Hijo, más luminosa que mil soles. Y no importa que el Niño llore. Sus lágrimas producen pasmo y maravilla en el corazón de ambos al ver el trueque que se hacía: el llanto del hombre en Dios e y en el hombre, en ellos mismos, la alegría desbordada. 






    José toma al Niño de manos de María, se lo come a besos, se explaya con él. ¿Qué cosas le diría al Niño, hijo suyo, con la certeza de que el Niño le entiende? Te quiero, amor mío…le besaría y abrazaría tiernamente; no llores, cariño, que tu madre está durmiendo… me gustaría que en lugar de un establo esto fuese un palacio, y rápidamente caed en la cuenta de que en palacio es donde está el rey y este establo es un palacio porque en él está el Rey Jesús. Entre las muchas y hermosísimas cosas que de San José describe José de Valdivieso, gran devoto del Santo, en su Josefina, encontramos esta estrofa admirable: "Adora, reverencia, abraza, besa,/ gorgea, requiebra, alegra y enamora,/ al Niño pobre que por Dios confiesa,/y el rico Dios que entre pañales mora,/ Gózase la bellísima Princesa,/ viendo a José que de contento llora,/ y tomando al infante soberano,/ volvió a las pajas al precioso grano" (Canto 14).






    De su corazón y de sus labios sale el nombre de Jesús, nombre que tenía que imponerle, según la revelación del ángel: Jesús mi vida, Jesús mi amor…y del corazón y los labios de María. Escribe San Juan de Ávila; "Contó el uno al otro el dulce nombre de Jesús que el ángel les había dicho que pusiesen al Niño después de nacido; y fue un particular gozo entre ellos de oír nombre tan excelente y consolativo, como Jesús, que quiere decir Salvador…Salvador de los pecados" (Sermón de San José). Y este nombre sobre todo nombre es al corazón jubiloso de ambos más dulce que un panal de miel, más armonios que mil melodías, más deleitable que todos los contentos del mundo.






    ¡Oh la Navidad de San José, prolongada por muchos días, vivida toda interiormente en el corazón con un actitud de pasmo y maravilla., de intensidad de alegría y gozo inefables y de adoración extática en profundo silencio amoroso.









    P. Román Llamas, ocd




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    Jesus, oculto na Hóstia, é tudo para mim




    “Se não fosse a Santa Comunhão, eu estaria caindo continuamente. A única coisa que me sustenta é a Santa Comunhão. Dela tiro forças, nela está o meu vigor. Tenho medo da vida, nos dias em que não recebo a Santa Comunhão. Tenho medo de mim mesma. Jesus, oculto na Hóstia, é tudo para mim. Do Sacrário tiro força, vigor, coragem e luz. Aí busco alívio nos momentos de aflição. Eu não saberia dar glória a Deus, se não tivesse a Eucaristia no meu coração.”



    (Diário de Santa Faustina, n. 1037)

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