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    quinta-feira, 13 de setembro de 2012

    [*Exsurge Domini*] Resumo 3068

    Mensagens neste resumo (1 Mensagem)

    Mensagem

    1.

    Policarpo era ministro en Esmirna

    Enviado por: "fayna" fayna@teneyi.net   fayna1234

    Qua, 12 de Set de 2012 9:19 am




    Nota: Policarpo vivió entre el siglo I-II, conoció en
    vida a varios apóstoles, no dejo varias cartas donde podemos
    ver como se conducían, que sentía, en que se
    fundamentaban aquellos cristianos, curiosamente citaban el Nuevo
    Testamento como si tuvieran un ejemplar delante del mismo, ..
    para aquellos incrédulos que dicen que los evangelios los
    escribieron allá por el siglo V, o que son un invento de
    Costantino, quiero indicar que cuando se elaboro el Canon del
    Nuevo testamento, se tuvo muy en cuenta lo que estos primeros
    cristianos citaron en sus cartas, esto demuestra que los libros
    y cartas de los apóstoles ya eran usados en el siglo I-II , y
    no solo usadas, SINO MEMORIZADAS HASTA EL PUNTO QUE SE HICIERON
    CARNE EN ELLOS, os dejamos pues con la historia de Policarpo el
    cual murió por su Fe en el Señor Jesús.

    Policarpo era ministro en Esmirna
    Leemos en El Apocalipsis que el Señor ordenó a su siervo
    Juan que escribiera unas cuantas cosas al ángel de la iglesia
    en Esmirna, para amonestar al líder y a los miembros,
    diciendo: “El primero y el postrero, el que estuvo muerto
    y vivió, dice esto; Yo conozco tus obras, y tú
    tribulación, y tú pobreza… No temas en nada lo que
    vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de
    vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y
    tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta
    la muerte, y yo te daré la corona de la vida”
    (Apocalipsis 2:8-10). Estas palabras del Señor Jesús
    indican que los creyentes y su líder sufrían
    tribulación y pobreza, y que les esperaba aun más
    sufrimiento. Por eso, les exhortó a la fealdad; luego
    recibirían la corona de la vida.

    En cuanto al líder de esa iglesia, la mayoría de los
    escritores antiguos dio su nombre como Policarpo. Se dice que era
    un discípulo del apóstol Juan, puesto que había
    escuchado al mismo predicar la Palabra de Dios y se juntaba con
    los discípulos que habían conocido al Señor
    Jesucristo personalmente en su trato diario. De igual modo, se
    dice que Juan mismo lo había nombrado obispo de la iglesia en
    Esmirna.

    Después de un tiempo, el pastor Policarpo y su
    congregación empezaron a sufrir la persecución. Está
    escrito que el mismo Policarpo, unos días antes de ser
    arrestado y sentenciado a la muerte, de repente fue vencido por
    el sueño, mientras oraba. En ese sueño tuvo una
    visión, en la cual vio la almohada en que se reclinaba
    encenderse de repente y consumirse... Se despertó del
    sueño y concluyo que iba a sufrir el martirio por medio de
    fuego, a causa de Cristo.

    Cuando llegaron cerca los que le iban a encarcelar, los amigos de
    Policarpo trataron la manera de esconderle en otro pueblo. Sin
    embargo, sus perseguidores le descubrieron allí, con la ayuda
    de dos jóvenes, a quiénes hubieron azotados para que
    dijesen dónde se encontraba Policarpo. Fácilmente hubiera
    podido escapar del cuarto en que vivía, para huir a otra casa
    cercana, pero no quiso hacerlo, diciendo: â€"Sea hecha la
    voluntad de Dios.

    Bajó la escalera para recibir cordialmente a sus
    perseguidores y los saludó tan amablemente que algunos,
    quiénes no le habían conocido antes, dijeron con pena:
    â€"¿Por qué hicimos tanto alboroto para aprehender a
    este anciano tan manso?

    Inmediatamente Policarpo mandó que los de la casa preparasen
    una comida para sus opresores, y les rogó a estos que
    comiesen bien, implorándoles también que le otorgasen una
    hora de soledad, para orar mientras ellos comieran. Esto le fue
    concedido. Durante esa oración, revisó su vida entera y
    luego encomendó la congregación en las manos de Dios y su
    Salvador. Al terminar la oración, le montaron en un asno y
    llevaron a la ciudad. Fue el domingo, día de la gran fiesta.

    Nicetes y su hijo Herodes, llamado el príncipe de paz, fueron
    al encuentro de los alguaciles y Policarpo. Hicieron desmontar a
    Policarpo y le acomodaron en su carro de caballos. Así
    pensaron persuadirle que negase a Cristo, diciendo: â€"¿Que
    te cuesta solamente decir ‘Señor emperador,’ y
    ofrecer holocausto o incienso ante él, para salvarte la vida?

    Policarpo no les contestaba nada, pero, puesto que iba
    insistiendo, al fin les dijo: â€"Nunca voy a cumplir lo que
    me piden y aconsejan ustedes.

    Cuando vieron la firmeza de su fe, empezaron a golpearle y lo
    arrojaron del carro. Al caer, el anciano se lastimó
    gravemente una pierna, pero, levantándose, él mismo se
    entregó otra vez en las manos de los alguaciles y siguió
    caminando al lugar de su muerte; sin ninguna queja en cuanto a la
    pierna lastimada.

    Luego de entrar el anfiteatro, dónde le iban a ejecutar, una
    voz del cielo le habló a Policarpo, diciendo:
    â€"¡Fortalécete, Oh Policarpo! Sé firme en tú
    confesión y en el sufrimiento que te esperaâ€". Nadie
    sabía de dónde provenía la voz, pero muchos creyentes
    la escucharon. Sin embargo, a causa de la gran bulla, la
    mayoría de la gente no la escuchó. Pero este
    acontecimiento animó bastante a Policarpo y a los demás
    que sí, la escucharon.

    El gobernador aconsejó a Policarpo que tuviese piedad de
    sí mismo por razón de su edad avanzada, y que negase su
    fe en Cristo de una vez por medio de un juramento en el nombre
    del emperador. Policarpo le contestó: â€"He servido a mi
    Señor Jesucristo durante 86 años y nunca me ha causado
    daño alguno el mismo. ¿Cómo puedo negar a mi Rey, que
    hasta el momento me ha guardado de todo mal, y además me ha
    sido fiel en redimirme?

    Al escuchar ese testimonio, el gobernador amenazó de echar a
    Policarpo al foso de las fieras, si continuaría firme en su
    testimonio.

    â€"Tengo listas las fieras y te echaré entre ellas, a
    menos que cambies de pensar.

    Policarpo contestó sin temor alguno: â€"Qué vengan
    las fieras, porque no cambiaré mi fe. No es razonable
    cambiarnos del bien al mal por razón de las persecuciones;
    mejor sería que los hacedores de maldad se convirtiesen del
    mal al bien.

    El gobernador respondió: â€"Está bien, si no quieres
    negar tú fe y a las fieras no les tienes miedo, te vamos a
    quemar.

    Una vez más Policarpo les contestó, diciendo:
    â€"Usted me amenaza con el fuego que arderá tal vez una
    hora y luego se apagará; pero usted no sabe de la llama del
    juicio de Dios que es preparada para el castigo y tormento eterno
    de los impíos. Pero, ¿por qué demora? Traiga las
    fieras, traiga el fuego, o traiga lo que sea; ningún tormento
    me hará negar a Cristo, mí Señor y Salvador.

    Al fin, cuando la gente ya se había cansado de la
    averiguación, demandó su muerte, y Policarpo fue
    entregado para ser quemado. Inmediatamente juntaron un montón
    de leña y viruta. Cuando Policarpo vio eso, empezó a
    quitarse la ropa y los zapatos, alistándose para acostarse
    sobre la leña. En seguida, los verdugos le alistaron para
    clavarle las manos y los pies en la madera, mas Policarpo les
    dijo: â€"Dejen, El que me dará la fuerza para aguantar
    la llama del fuego, me fortalecerá también para
    permanecer quieto en la misma, aunque no me clavaran las manos y
    los pies.

    Entonces acordaron no clavarle en la madera, y sólo le ataron
    las manos detrás de él con una soga. Preparado en esta
    manera para el sacrificio, y puesto sobre la leña como un
    cordero en holocausto, empezó a orar a Dios, diciendo:
    â€"Oh, Padre del bendito Hijo amado, nuestro Señor
    Jesucristo, por medio de quién hemos recibido la
    sabiduría salvadora de tú santo nombre; Dios de los
    ángeles y todas las criaturas, pero sobre todo, el Dios de
    todos los justos quienes viven en tú voluntad: te agradezco
    que me contaste digno de tener lugar entre los santos
    mártires; y digno de compartir de la copa de sufrimiento que
    bebió Jesucristo; para sufrir junto con El y compartir sus
    dolores. Te ruego, ¡oh, Señor! que me recibas este
    día, como una ofrenda, de entre el número de tus santos
    mártires. Cómo Tú, ¡oh Dios verdadero, para quien
    el mentir es imposible!, me preparaste para este día, y me
    avisaste de antemano; ya lo has cumplido. Por esto te agradezco,
    y te alabo sobre todo hombre, y glorifico tú santo nombre por
    medio de Jesucristo tú Hijo amado, el Sumo sacerdote eterno,
    a quién, junto contigo y el Espíritu Santo, sea la gloria
    ahora y para siempre. Amen.

    Dicho el amen, los verdugos prendieron fuego a la leña, sobre
    la cual había puesto Policarpo. Mientras la llama
    ascendía hacia el cielo, notaron con asombro que le hacía
    muy poco daño. A causa de esto, ordenaron al verdugo herirle
    con la espada, el cual fue hecho inmediatamente. La sangre, que
    por el calor del fuego o por otra razón, salió
    copiosamente de la herida y casi extinguió el fuego. Así,
    por fuego y por espada, el fiel testigo de Jesucristo
    falleció y entró al descanso de los santos, hacia el
    año 168 d.c.

    (Traducido y adaptado del libro The Martyr’s Mirror (El
    espejo de los mártires))


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    “Se não fosse a Santa Comunhão, eu estaria caindo continuamente. A única coisa que me sustenta é a Santa Comunhão. Dela tiro forças, nela está o meu vigor. Tenho medo da vida, nos dias em que não recebo a Santa Comunhão. Tenho medo de mim mesma. Jesus, oculto na Hóstia, é tudo para mim. Do Sacrário tiro força, vigor, coragem e luz. Aí busco alívio nos momentos de aflição. Eu não saberia dar glória a Deus, se não tivesse a Eucaristia no meu coração.”



    (Diário de Santa Faustina, n. 1037)

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